Sisteplant ha recibido el galardón correspondiente al Premio Nacional de Ingeniería Industrial a la Empresa Más Innovadora. Estos galardones son convocados anualmente por el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales (CGCOII) para reconocer la labor que realizan las empresas, las personas, los agentes sociales y los medios de comunicación en el ámbito de la ingeniería industrial.
El Consejo celebró una ceremonia en el Museo del Ferrocarril de Madrid, para entregar los premios. En el caso de Sisteplant, acudieron a recibirlos la CEO de la compañía, Ana Santiago, y el director general, Alfonso Ganzabal.
El jurado ha destacado la labor de innovación que desarrolla Sisteplant, a la que destina el 20% de su facturación y su plantilla. La compañía, que este año celebra su 35 aniversario, siempre ha tenido claro que para diferenciarse en un mercado tan competitivo como el industrial era necesario desarrollar una potente actividad de I+D+i. Esa labor le ha permitido crear una avanzada oferta de soluciones que ya se utilizan en los cinco continentes.
A lo largo de su historia, la actividad de innovación de Sisteplant ha dado como fruto el primer software de gestión del mantenimiento que se creaba en España y que hoy en día es considerado el estándar de la industria (Prisma); la metodología integral para la fábrica del futuro (Tecnoiplant); el primer paquete integral de soluciones para transformar las fábricas en Industrias 4.0 (Manufacturing Intelligence 4.0) y el primer modelo de organización y desarrollo de las personas hacia la industria 4.0 (Human 4.0).
La empresa, reconocida como Pyme Innovadora por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, ha desarrollado proyectos punteros como el diseño de la fábrica del futuro para el montaje de la cápsula HyperloopTT; los procesos de ingeniería de la primera fábrica de buckypapers en continuo que se crea en Europa, así como distintos proyectos de industrialización de nanomateriales. También ha efectuado diferentes trabajos en el ámbito de la industria 4.0 dirigidos a dotar de inteligencia y características IoT (Internet de las Cosas) a bienes de equipo con el fin de lograr su autogestión y ha desarrollado proyectos de mantenimiento predictivo de trenes, así como dispositivos de geoposicionamiento, entre otros.
Según ha señalado Ana Santiago, CEO de Sisteplant, “Recibir este premio supone un orgullo para Sisteplant por dos razones, porque reconoce una labor que forma parte del ADN de la compañía desde sus orígenes y que implica un importante esfuerzo y compromiso por parte de toda la organización y porque nos lo conceden expertos en nuestro mercado y compañeros de profesión”.
Hacia el final de la década de los noventa, Jamiroquai había encontrado un lugar dentro de la escena de acid jazz inglés, pero el singular vocalista Jay Kay tenía planes más grandes para su proyecto. El seguidor de Travelling Without Moving (1996) y Synkronized (1999) iba a sorprender al mundo con una nueva fórmula que se despegó del estancamiento rítmico y amplió el espectro receptivo del proyecto con una impronta libre de recelos. A Funk Odyssey, publicado el 3 de septiembre en Inglaterra (y una semana después en Estados Unidos, coincidiendo con el día desgraciado del atentado a las Torres Gemelas) presentaba una nueva formación en la que Kay se hacía cargo de su liderazgo y lograba instaurarlos en el circuito comercial con un repertorio ecléctico y trascendental.
Originalmente, el álbum se iba a titular 2001: A Funk Odyssey, pero a Epic Records no le agradó la idea de que el título llevara una fecha, por más que aludiera a la emblemática película de Stanley Kubrick. El veto de la compañía discográfica impidió hacer tal guiño cinematográfico, sin embargo la ciencia ficción tiñó las melodías con una sentencia inapelable. A lo largo de sus once canciones, el artilugio futurista de Jamiroquai permanece intacto y extiende su verosimilitud con un desarrollo sideral que ensambla elementos de distintos géneros como rock, pop, música electrónica y disco a su característico imaginario funk para llevarlo al máximo esplendor.
Si Travelling Without Moving había implantado el germen tornadizo que dificultaba la tarea de encuadrar el temperamento de Jamiroquai, en Synkronized ajustó el engranaje de la idiosincrasia experimental a prueba y error. A Funk Odyssey cristalizó la estela con una vibra intergaláctica que reanudaba el ingenio del grupo. El cambio de formación determinó a JK como el capitán totalitario que se encargó de aterrizar la nave en un territorio proporcionado, sintió orgullo por los resultados de la misión y lo enunció de distintas maneras. “A Funk Odyssey resultó muy motivador a muchos niveles. Fusionamos el funk orgánico y el robótico. Además, un nuevo guitarrista, Rob Harris, supuso una diferencia importante, ya que coescribió muchos de los temas”, contó el artista en entrevistas.
El quinto trabajo de estudio fue anticipado con cuatro singles que evidenciaron la solidez y el viraje estético de la banda oriunda de Londres. “Little L” es el hit indiscutido, un track enérgico y luminoso que nos adentra en una pista de baile espacial mediante la relevancia de los sintetizadores y la notable fluidez del bajo y la guitarra. En el año de su aparición el corte alcanzó el primer lugar de los rankings musicales a nivel mundial, y actualmente sigue electrizando los cuerpos de sus oyentes con la fuerza inherente de los clásicos. En la misma línea “You Give Me Something” y “Love Foolosophy” tonifican el pulso festivo del álbum con una vertiente que estimula la agitación motriz a través de ritmos pegadizos y programaciones vertiginosas.
A Funk Odyssey consigue canalizar la esencia disco chic de los setenta y combinarlo con el viraje funk más electrónico y sintético en su instrumentación. Pero también se trató del disco más personal en la carrera de JK. “Little J” es una canción sobre su relación con la artista británica Denise Van Outen, en la cual la amargura poética se desvanece entre percusiones retumbantes y sintetizadores rutilantes. Mientras que en otras como “Main Vein”, el cacique del funk contacta a cantante británica Beverly Knight para sumar su voz poderosa en una crítica aguda y estrepitosa hacia la prensa: “Estoy tan enfermo y cansado de escuchar acerca de eso/ Como yo no soy el hombre y no existo/ Querés saber sobre esto y querés saber cosas sobre mí/ Pero lo que estás diciendo siempre es una mezcla cruel de veneno”, canta JK con una impronta voraz que devuelve el golpe multiplicando la intensidad y contagiando una adrenalina ceremonial.
Pero A Funk Odyssey no es solo dance, ya que a la par de “Corner of the Earth” también podemos encontrar algunas piezas que contrastan al frenesí de las mencionadas con una calidez y suavidad que certifican la diversidad melódica del repertorio. “Black Crow” y “Picture of My Life” son baladas acústicas en las que JK nos deleita con una interpretación celestial y deja su corazón al descubierto para conmovernos a cuentagotas. Mientras que canciones como “Stop! Don’t Panic”, “Main Vein” y “Twenty Zero One”, despliegan toda la intensidad y deslumbramiento de Jamiroquai.
Desde “Feel So Good” hasta “So Good to Feel Real”, la agrupación británica dejó en claro que de nada sirve llegar a lo más alto, si la gloria entraña una actitud conformista. La energía que irradió el flamante sucesor de Synkronized puso a la banda en un lugar que solo se gana el arte atemporal, aquel que resiste como un grito que marcó una época y con el correr del tiempo no hace más que legitimar su magnitud. Veinte años después de publicarse, A Funk Odyssey testimonia el renacimiento de Jamiroquai en pleno auge de su carrera.
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