Hace apenas cinco años la multinacional Cisco, una de las grandes compañías norteamericanas de telecomunicaciones, vaticinó que en 2020 habría más personas en el mundo con teléfono móvil que con acceso a electricidad y agua potable. Hoy el 67% de la población mundial utiliza estos dispositivos, según datos de GSMA Intelligence, entidad organizadora del Mobile World Congress (MWC), y la tecnología del futuro, de la mano de estos objetos, nos espera a la vuelta de la esquina.
LAS PRINCIPALES TENDENCIAS TECNOLÓGICAS (TIC)
El calendario tecnológico del siglo XXI tendrá un año clave: 2020. La consultora Gartner, especializada en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ha previsto para los próximos meses la llegada de algunos de los avances en innovación más esperados de la última década, que recoge en su informe Top 10 Strategic Technology Trends for 2020.
A continuación, presentamos las diez tendencias de la tecnología más reseñables a nivel estratégico en 2020:
Esta parte de la robótica trata de automatizar al máximo los procesos empresariales para hacerlos más precisos, eficaces y hasta diez veces más rápidos combinando tecnologías emergentes como la RPA (Robotic Process Automation), la Inteligencia Artificial (IA) y el aprendizaje automático (machine learning), entre otras.
La realidad virtual (VR), la realidad aumentada (AR) y la realidad mixta (MR) están transformando nuestra forma de percibir el mundo digital e interactuar con él. Este cambio nos acerca a un futuro con aplicaciones que ofrecerán al usuario múltiples experiencias.
El acceso de las personas a la experiencia técnica y empresarial se realizará sin requerimientos costosos y alrededor de cuatro grandes áreas: datos y análisis, desarrollo, diseño y conocimiento.
Las tendencias de la tecnología contemplan también el uso de la innovación para mejorar nuestras capacidades físicas y cognitivas, desde los implantes subcutáneos a un mayor acceso a la información.
Los consumidores exigen un mayor control de sus datos personales. La transparencia y la trazabilidad son fundamentales en este sentido al abordar los requisitos reglamentarios, preservar la ética en el uso de la tecnología y detener el aumento de la desconfianza en las empresas.
Competir en el mundo digital: perspectivas para la innovación y transformación
Soy ingeniero, hace ahora 35 años, y durante los primeros años de mi vida profesional dediqué mi quehacer a la ciencia e ingeniería, hice el doctorado y trabajé en I+D con la perspectiva de dedicarme a la universidad y la investigación. Pero la vida tiene su rumbo y el destino me llevó, al regresar a España tras varios años en el extranjero, a trabajar en una multinacional, donde pronto pasé de la “sala de máquinas” al ejercicio directivo.
Allí, y a medida que progresaba en responsabilidades, iba visualizando carencias en mi formación, lo que me llevo a cursar un máster en IESE en el formato, executive, compatible con la actividad profesional, y ¿qué os puedo contar?, fueron dos años apurando el tiempo al máximo y viviendo realidades paralelas: las historias, fascinantes, de los casos y las vivencias (quizás poco a poco transformadas) del bregar con el día a día de la actividad profesional.
Los programas Master, en general, son iniciativas de lo que, en su inicio, se vino a llamar la “universidad de la tercera generación”. La primera, la clásica de los orígenes (Trivium & Cuatrivium) que enseñaba cultura y conocimientos generalistas. La segunda, la formación reglada de las carreras, al hilo de la revolución industrial y, esta tercera de formación “on the job”, dirigida a formar en capacidades profesionales.
Es difícil valorar la dimensión de lo que uno aprende en un programa MBA. La dinámica del método del caso incide más en el modo de pensar que en los conocimientos adquiridos y el resultado es sorprendente: construye confianza y acelera experiencia. En definitiva, nos prepara para gestionar y para competir. Es un aprendizaje de la forma de pensar (el “mind set” que dicen, muy gráficamente, los anglosajones) y en el modo, metodológico, de abordar los problemas empresariales: ilustrarse, explicarse, escuchar, debatir y, sobre todo, decidir, lo más importante y lo más difícil del quehacer, ya no solo empresarial sino el de cualquier actividad que implica asumir responsabilidad.
Esta disciplina, particular, de construir un saber académico para enseñar a gestionar los negocios nunca fue tarea fácil y arrancó (en los Estados Unidos) tras la segunda guerra mundial, aunque en algunas Universidades (particularmente en Harvard), se inició mucho antes. Son muchos los que defienden que el auge que entonces tuvo la economía americana, tras la guerra, tuvo mucho que ver el convertir la gestión profesional de las organizaciones bajo una visión/disciplina académica.
América constituía entonces el 60% de la economía del mundo y todo apuntaba a que el final del esfuerzo bélico conllevaría una crisis enorme, consecuencia de la destrucción de empleo creado al rebufo de la industria militar. Y así ocurrió, la destrucción se produjo, pero no así la crisis ni la pérdida de empleo (en su conjunto) que creció. Muchos afirman que, en buena medida, fue consecuencia de la mejora extraordinaria de la calidad de la gestión de las empresas que capitalizaron la oportunidad de la formación y abrieron perspectivas de progreso entonces inimaginables. Este extraordinario impacto de la enseñanza reglada, los MBAs, transformaron a la América corporativa durante décadas y que luego exportaron a todo el mundo.
Este fenómeno lo hemos vivido, de modo muy similar en España, desde la transición. Cuando terminé la carrera, hace ya 45 años, no había en España corporaciones y era inimaginable visualizar lo que hoy es este país. Existían los mimbres, fruto del extraordinario trabajo de las generaciones de la postguerra, primero en la autarquía y, posteriormente en el desarrollismo que indujo el Plan de Estabilización y la liberalización de la economía. Luego ocurrieron muchas cosas: el regreso de millones de emigrantes, la llegada de la democracia, incorporación a Europa… pero sería injusto no mencionar el impacto de las escuelas de negocio tradicionales, IESE, ESADE, que contribuyeron a formar generaciones de directivos que transformaron la economía de este país.
Por ende, estas escuelas (y posteriormente otras) se desarrollaron, y donde siempre es discutido el valor de nuestro sistema educativo y la calidad de nuestra enseñanza universitaria, las escuelas de negocios se establecieron como indiscutible referente con proyección global, están ente las mejores y más reconocidas y exportan conocimiento por todo el mundo.
Estos programas incidieron, también, en muchas Universidades y, hoy no solo son parte muy sustantiva de la formación académica sino una vital aportación de recursos económicos a la institución. El archi famoso profesor de Harvard, Michel Porter, siempre comentaba en clase cómo un grupo de economistas de la Universidad tradicional cruzaron el río Charles y se establecieron en la Business School que hoy contabiliza cerca de la mitad de los ingresos de la Universidad y otro tanto de su crédito y proyección mundial.
Esto generó una importante “cadena de valor” en la formación clásica de ciencia e ingeniería, de leyes, política y economía o educación, que fueron mutando, en base a la cercanía con el mundo de la empresa, y creando un círculo virtuoso que acercó a aquellos que generaban los empleos a los que se encargan de formar a los estudiantes que han de alimentar esta demanda.
Como punto de partida apuntaré que innovación y transformación, aunque puedan sonar como actuales, como disruptivas, son viejos paradigmas, ya no solo del quehacer empresarial sino de la evolución humana. La presión por competir ha conducido la innovación empresarial durante siglos y la necesidad de cambio ha forzado la transformación de las organizaciones desde que se tiene conciencia de ello. Si nos trasladamos al presente, ¿qué es lo nuevo? Como siempre, los detalles y en ellos está la clave sobre lo que nos hemos de ocupar, más que preocupar.
Hay un primer factor, exógeno e indiscutible, que está en la mente de todos y que marca nuestros tiempos: la pandemia. Sin ser en absoluto un fenómeno nuevo, pues la historia de la humanidad registra pandemias desde siempre, ha sorprendido y afectado a nuestro modo de vivir y el afán de resolverlo arrastra a la transformación. Es aquí donde las empresas encontraremos las claves de nuestra actuación: alineándonos con los tiempos, apostando por las oportunidades, abordando los cambios en nuestro funcionamiento interno.
Y es en este contexto donde hemos de prestar la máxima atención a los tiempos que vienen. No se trata solamente de enormes cantidades de dinero que vienen de Europa. Tras esa dotación económica hay una estrategia, muy elaborada y propia que, no por muy difundida, es suficientemente conocida y creo que merece la pena entrar en esta reflexión. Si conocemos la estrategia europea, entenderemos las políticas nacionales. Y este entendimiento nos ha de llevar a encontrar espacio donde esté nuestra ventana de oportunidad.
A veces pensamos que Europa es una potencia irrelevante, abducida por el poderío de los Estados Unidos y los asiáticos y nada más lejos de la realidad. Es Europa quien abandera la iniciativa de cambio climático,que tan extraordinarias consecuencias está generando y que incide en la producción de energía; en la enorme industria que arrastra; el conservacionismo y la economía circular que predica producir con menos materias primas; la regulación medioambiental y las nuevas políticas de gestión económica y convivencia, factores desencadenantes de enormes cambios culturales y económicos y que parten de la iniciativa y convicciones de la sociedad europea.
Europa, siempre, ha abanderado lo social. Son las sociedades europeas las que han acercado los extremos y llevado el liberalismo y la socialdemocracia a una cercanía que, en muchos aspectos, es casi convergencia. Los tiempos que vienen, tiempos globales para el mundo de la empresa, estarán marcados por lo social. No solo importará la cuenta de resultados sino también el impacto de la actividad en la creación de riqueza y empleo, en la construcción de valor para el entorno, en el respeto medioambiental. No solo es relevante la calidad de su propuesta de valor sino la sostenibilidad que va a requerir priorizar la captación y retención del talento que demandará perspectiva de desarrollo profesional, igualdad, conciliación.
Y también Europa abandera una importantísima misión en lo digital. Bien es cierto que Europa se ha rezagado de forma preocupante en industrias claves para el futuro como pueden ser los semiconductores, las plataformas de servicios e-commerce, la nube…, dominados por las grandes corporaciones norteamericanas y asiáticas. Incluso en la tecnología móvil, donde Europa fue líder, pionero e inventor del 3G, la nueva tecnología 5G, hoy tan demandada, ha sucumbido al empuje asiático y la actual propuesta de valor europea es más limitada. Dicho esto, Europa va a reaccionar y podrá recuperar el role, si tiene éxito.
Lo que resulta indiscutible y tiene una importancia capital es la visión europea en la política de tratamiento de datos y es la iniciativa europea la que predica y defiende el valor de los datos personales y la defensa de los intereses de los ciudadanos en la soberanía sobre su propia información. Esto, de imponerse, cambiará un mundo donde hoy la soberanía de los datos reside en las corporaciones (USA) o en los gobiernos (China).
Europa atesora un profundo sentido de misión y visión y ejerce un indiscutible liderazgo en mucho de lo esencial hacia el futuro: el medio ambiente, lo social y la soberanía sobre la información. Europa tiene una estrategia y es la que conduce las medidas presupuestarias que van a traer recursos importantes en los próximos tiempos.
Si Europa tiene un plan, nuestro gobierno necesariamente ha de tener otro que acerque la iniciativa estratégica global a la realidad de nuestro país. Nuestros gobernantes tienen el gran reto de ser consistentes con los principios y valores que emanan de Europa y han de dar respuesta a esa visión y adaptarla a la mejor opción para nuestro país. La buena noticia es que existe este plan y refleja una convergencia de objetivos que ha recibido el visto bueno de Europa. Es un plan que parte del Ministerio de Economía y que pivota de forma diferencial en promover una transformación digital de la economía española.
En datos de nuestro gobierno, hoy en día el componente de influencia de lo digital en nuestro PIB alcanza un 19%, la mitad de lo cual corresponde a la partida industrial sectorial propiamente dicha y la otra mitad a la influencia indirecta de las TIC en los sectores productivos (banca, comercio, industria,). El objetivo marcado en este llamado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), así como la denominada Agenda Digital 2030, es duplicar esta partida de incidencia digital en nuestra economía hasta un 40% del PIB.
Es nuestro plan, el PRTR, un proyecto muy elaborado en lo conceptual, con un reto diferencial en lo digital, dirigido por un equipo de altura en las dos Secretarias de Estado: de Telecomunicaciones y de Digitalización e Inteligencia Artificial. Los presupuestos asociados son los mayores conocidos, y los plazos de ejecución tienen una perspectiva temporal cercana: un horizonte de tres a cinco años para conseguir una “masa de maniobra” que genere una verdadera dinámica de transformación.
Apunta a los aspectos estratégicos capitales: (1) mejorar el nivel digital de nuestras PYMES, pilar de nuestra economía; (2) vertebrar una estrategia consistente y sostenible de capacitación y cualificación de nuestros cuadros; (3) establecer un marco jurídico que facilite y haga sostenible esta transformación; (4) incidir en la concienciación colectiva de los valores digitales intangibles (los llamados “activos digitales”): el talento, los datos, el posicionamiento comercial y estratégico; (5) alinear las coyunturas económicas globales: convergencia digital y energética, humanismo digital, perspectiva social….
Incide en programas temáticos muy definidos: (1) plan de choque y desarrollo de mecanismos para potenciar la capacidad digital de las PYMES; (2) apoyo tanto al emprendimiento como a la escala de tamaño de las empresas innovadoras; (3) inversión de choque para dotar a nuestra sociedad de espacios sectoriales de datos y federación de servicios en la nube; (3) transformación de las AA PP y creación de una “carpeta ciudadana”; (4) Ciberseguridad donde existe un marcado interés en crear una industria autónoma y se pretende establecer promociones de dinámicas de contratación participativas como la compra innovadora; (5) potenciación de los negocios de contenidos digitales….
Son medidas / iniciativas / mecanismos de contratación con visión estratégica y alineamiento europeo y resta visualizar cómo se van a instrumentar y monitorizar y cómo se irá midiendo el impacto para asegurar que van cumpliendo sus objetivos. En España, hoy, existe una conciencia de que las inversiones digitales no son rentables y circula la famosa frase de “la informática está en todas partes menos en la cuenta de resultados”. También vivimos la contradicción del enorme paro, principalmente juvenil (siendo los jóvenes genéticos digitales), y la enorme demanda insatisfecha de profesionales del mundo digital.
Europa y nuestro gobierno esperan que la sociedad se dinamice y aparezcan multitud de iniciativas, alineadas con estas directrices y que respondan a las necesidades reales del país. No es fácil organizar una dinámica de este tipo ni lo es poner en marcha iniciativas de contratación justas y directas y esto va a condicionar, de modo determinante el nivel de éxito del programa. Tampoco es fácil lograr que nuestro tejido empresarial sea consciente de la oportunidad y plantee un esfuerzo por llegar a contratar los medios que están hoy a nuestro alcance. Este es el reto y la oportunidad y el capítulo lo hemos de escribir todos y cada uno de nosotros y encajar en las dinámicas que se vayan presentando. Ahí están los medios y el fin ha de ser cosa nuestra.
El futuro será digital pero solo en la medida en que seamos capaces de comprenderlo y aplicarlo en nuestra propia organización.
Luis Rodriguez-Ovejero, presidente de Satec
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